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jueves, 3 de abril de 2014

Razón e intuición

El Tao de la Fisica


Allí no llega el ojo.
No va la palabra, ni la mente.
No lo conocemos, no lo entendemos.
¿Cómo podría uno enseñarlo?
[Kena Upanishad, 3.]
 
"... tiene pleno sentido que trabajen conjuntamente ciencias y humanidades con el fin de conseguir una vida mejor".


"A lo largo de la historia, se ha considerado que la mente humana es capaz de dos tipos de conocimiento, o dos formas de consciencia, a las que con frecuencia se ha denominado como racional e intuitiva, y que tradicionalmente han sido asociadas respectivamente con la ciencia y la religión.


En Occidente, el tipo de conocimiento intuitivo y religioso con frecuencia es devaluado para favorecer al conocimiento racional y científico, mientras que la actitud tradicional orien­tal es justamente la contraria.

Las siguientes afirmaciones sobre el conocimiento, procedentes de dos grandes mentes de Occidente y de Oriente pueden servir de ejemplo a ambas posiciones.

Sócrates, en Grecia, dijo su famosa frase: "Sólo sé que no sé nada", mientras que Lao Tse, en China, dijo: "Es mejor no saber que se sabe".

En Oriente, los valores atribui­dos a ambos tipos de conocimiento nos son claramente indi­cados por los nombres que se les da: los Upanishads por ejem­plo, hablan de un conocimiento superior y de un conocimien­to inferior y relacionan el conocimiento inferior con las diver­sas ciencias y el superior con la consciencia religiosa.

Los budistas hablan de conocimiento "relativo" y conocimiento "absoluto" o de "verdad condicional" y "verdad trascenden­tal".

La filosofía china siempre ha señalado la naturaleza complementaria de lo intuitivo y lo racional, representándo­los con la pareja arquetípica yin y yang, que constituyen la base del pensamiento chino. Del mismo modo, se desarrolla­ron en la antigua China dos tradiciones filosóficas comple­mentarias -el taoísmo y el confucionismo-, a fin de tratar con ambos tipos de conocimiento.

El conocimiento racional se forma con las experiencias que tenemos con los objetos y los sucesos de nuestro entorno diario. Pertenece al reino del intelecto, cuya función es la de discriminar, medir, comparar, dividir y categorizar. De este modo, creamos un mundo de distinciones intelectuales, de opuestos, que sólo pueden existir en relación unos con otros, siendo esta la razón por la que los budistas llaman a este conocimiento "relativo".

La abstracción es el rasgo crucial de este tipo de conocimiento, pues para comparar y clasificar la inmensa variedad de formas, estructuras y fenómenos que nos rodean, nos es imposible tomar en cuenta todos sus rasgos, por ello tenemos por fuerza que seleccionar unos pocos de los más significativos. De este modo construimos un mapa intelectual de la realidad, en el que las cosas están reducidas a sus rasgos más generales. El conocimiento racional constituye así, un sistema de conceptos y símbolos abstractos, caracterizado por una secuencia lineal y secuencial, típica de nuestro modo de pensar y de nuestro hablar. En la mayoría de los idiomas esa estructura lineal se evidencia en el uso de alfabetos que sirven para comunicar experiencias y pensamientos mediante largas líneas de letras.

Por otro lado, el mundo natural es un mundo de infinitas variedades y complejidades, un mundo multidimensional que no contiene líneas rectas ni formas absolutamente regulares, donde las cosas no suceden en secuencias sino todas juntas, un mundo -como nos dice la física moderna- donde incluso el espacio vacío es curvo. Es evidente que nuestro sistema abstracto de pensamiento conceptual nunca podrá describir ni entender por completo esta realidad. Al pensar en el mundo nos enfrentamos al mismo tipo de problema que afronta el cartógrafo que trata de cubrir la superficie curvada de la tierra con una serie de mapas planos. Con tal procedimiento podemos sólo esperar una representación aproximada de la realidad, y por ello, todo el conocimiento racional estará necesariamente limitado.

...

Dedo y Luna


Para la mayoría de nosotros resulta muy difícil ser conscientes de las limitaciones y de la relatividad del conocimiento conceptual. Dado que nuestra representación de la realidad es mucho más fácil de captar que la realidad misma, tendemos a confundir una con la otra y a tomar nuestros conceptos y nuestros símbolos como la realidad. Una de las principales metas del misticismo oriental es liberarnos de esa confusión. Los budistas zen dicen que para señalar a la luna es necesario un dedo, pero que una vez que hemos ya reconocido a la luna, debemos dejar de preocuparnos por el dedo. 


El sabio taoísta Chang Tzu escribió:
Las cestas de pescar se emplean para coger peces pero una vez conseguido el pez, el hombre se olvida de las cestas. Las trampas se emplean para atrapar liebres, pero una vez cogidas las liebres, los hombres se olvidan de las trampas. Las palabras se emplean para expresar ideas, pero una vez transmitidas las ideas, los hombres olvidan las palabras. [Chuang Tzu, trad. James Legge, adaptado por Clae Wallham (Ace Books, Nueva York, 1971), cap.26.].

En Occidente, el especialista en semántica Alfred Korzybski tocó exactamente el mismo punto con su acertado eslogan: “el mapa no es el territorio”.

Lo que interesa a los místicos orientales es una experiencia directa de la realidad, que trascienda no sólo al pensamiento intelectual, sino también a la percepción sensorial. Según palabras de los Upanishads:

Lo que es inaudible, impalpable, sin forma, perecedero, del mismo modo que es insípido, permanente, inodoro, sin principio ni fin, más alto que lo más grande, firme.
Al percibir eso, uno queda liberado de las fauces de la muerte. [Katha Upanishad, 3.15.]

El conocimiento que se obtiene con una experiencia así es llamado por los budistas "conocimiento absoluto" porque no se basa en las discriminaciones, en las abstracciones y clasificaciones del intelecto, las cuales como ya hemos visto, son siempre relativas y aproximadas. Es, según nos dicen los budistas, la experiencia directa de la "eseidad" indiferenciada, individida e indeterminada. La completa asimilación de esa eseidad no sólo constituye el centro del misticismo oriental, sino que es la característica central de toda la experiencia mística.

Los místicos orientales insisten una y otra vez sobre el hecho de que la realidad última nunca podrá ser objeto de razonamiento ni de conocimiento demostrable. Nunca podrá ser adecuadamente descrita en palabras, porque está más allá del reino de los sentidos y del intelecto, del que se derivan todas nuestras palabras y conceptos. Acerca de esto dicen los Upanishads:
Allí no llega el ojo.
No va la palabra, ni la mente.
No lo conocemos, no lo entendemos.
¿Cómo podría uno enseñarlo?
[Kena Upanishad, 3.]


Lao Tse, quien llama a esta realidad el Tao, afirma exactamente lo mismo en la línea inicial del Tao Te King:
"El Tao que puede ser expresado, no es el Tao verdadero".

El hecho... de que la humanidad, a pesar del prodigioso incremento experimentado por el conocimiento racional, no se ha hecho mucho más sabia durante los últimos dos mil años, constituye una clara evidencia de la imposibilidad de comunicar el conocimiento absoluto por medio de las palabras. 
Como dijo Chuang Tzu: "Si fuera posible hablar de ello, todo el mundo se lo habría dicho a su hermano". [Citado en el libro de J. Needham, Science and Civilisation in China Cambridge University Press, Londres 1956), vol. 11, pág. 85.]

De este modo, el conocimiento absoluto constituye una experiencia de la realidad totalmente ajena al intelecto, una experiencia que surge de un estado no ordinario de consciencia, al que podríamos llamar estado "meditativo" o místico. La existencia de tal estado no sólo ha sido atestiguada por numerosos místicos de oriente y occidente, sino que también la investigación psicológica da cuenta de ella. Estas son las palabras de William James al respecto:

Nuestra conciencia normal de vigilia, que nosotros llamamos racional, no es más que un tipo especial de consciencia, y a su alrededor, separadas de ella por la más transparente de las películas, existen formas potenciales de consciencia totalmente diferentes. [W. James, The Varieties of Religious Experience (Fontana, Londres, 1971), pág, 374.]

El conocimiento racional y las actividades racionales conforman ciertamente la mayor parte de la investigación científica, pero no son todo lo que hay en ella. Esa parte racio­nal de la investigación sería, de hecho, inútil si no estuviera complementada por la intuición, que es la que da a los cientí­ficos nuevas ideas y los hace más creativos. Estas ideas tien­den a llegarles de repente, y generalmente no cuando se hallan sentados, en su mesa de trabajo resolviendo ecuaciones, sino mientras están relajados en el baño, durante un paseo por el bosque, por la playa, etc. Durante esos períodos de relajación, después de una actividad intelectual concentrada, la mente intuitiva parece hacerse cargo de todo y es entonces cuando puede generar las repentinas y aclaradoras ideas que tanto placer y deleite aportan a la investigación científica".
Fritjof Capra
El Tao de la Física


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